sábado, 8 de agosto de 2009

El comienzo

Llegue al departamento sabiendo que en el momento que traspasase el umbral el que iba a transformarse en mi Amo iba a humillarme, controlarme y a causarme dolor. La 'B' en la puerta del 4º piso era la última barrera que tenía que franquear si quería experimentar el mundo que estaba explotando en mi cabeza. Toque el timbre y sentí como el temblor corrió por mi brazo hasta llegar a mi mano.
Escuche los pasos y el ruido de la llave al girar, vi como la puerta comenzaba a abrirse y percibí la luz del sol que entraba por las ventanas, esa era la última fracción de segundo que tenía para arrepentirme y correr escaleras abajo. Quedaba en evidencia con él, con mi Amo, pero si me arrepentía en ese instante tampoco habría otras ocasiones porque ya estaría segura que sencillamente no podía con este juego.
La puerta terminó de abrirse y yo no había corrido, estaba parada sobre el felpudo de bienvenida con las manos juntas aferradas a las correas de mi cartera, estática y helada. Trataba de contener todos los sentimientos y sensaciones que experimentaba al mismo tiempo. ¿Por qué deseaba ser humillada? ¿Por qué el dolor, cuál era la razón? No tenía ninguna respuesta, por tonto que resultase esperaba hallar algunas en ese lugar.
Parado frente a mí, mi Amo por las próximas horas me invito a pasar. Cerró la puerta tras mi ingreso, se aproximo y apoyo sus manos en mis hombros, me pregunto con esa sonrisa amable que ya había visto en su rostro en las charlas previas a este encuentro: - ¿estás segura de seguir adelante?
Sin dejar de mirarlo a los ojos asentí con la cabeza.
- Muy bien, respondió él, pero pongamos algo en claro, si pregunto quiero oír respuestas, ¿se entiende?
- Si, entiendo le respondí, más con vergüenza de la situación que por convicción.
- Es un juego, me dijo, un juego donde yo soy quien domina, a vos y a la situación.
- Comprendo, respondí.
Se ubico detrás de mí, y me ayudo a quitarme el abrigo, el que acomodo en el perchero del recibidor, tomo mi cartera y la dejo también allí. Recién entonces me indico suavemente que avanzase hacia el resto de la casa.
- Sé que es difícil, me dijo, pero intenta relajarte lo más que puedas. Y así como al pasar me contó algunos detalles de la decoración del living y del problema que tenía con las plantas del balcón, tonterías en tono gracioso que me hicieron reír y aflojar la tensión.
Cuando volví a mirarlo había dispuesto una silla en una esquina del comedor y me indico que me quitase la ropa. Yo llevaba una camisa blanca y me sugirió que la dejase para el final. Me quite los jeans y los acomode en la silla dándole la espalda, me quite el sweater dejándolo sobre los pantalones, me erguí nuevamente y gire. Iba a desabrochar entonces la camisa y me dijo que comience de abajo hacia arriba. Cuando llegue al último botón antes de desprenderla del todo me indico que me detenga. Se acerco, me miro, sentía su mirada como fuego sobre mi piel, sentí miedo, calor, vértigo, la humillación de ser vista como un objeto al mismo tiempo que experimentaba como mi sexo se despertaba, su débil latido, la humedad que se formaba, el cosquilleo en el vientre y el nacimiento de esa ansia conocido por ser penetrada.
- Termina de quitártela, fueron sus palabras y así lo hice. Tenía los pezones duros, cosa que notó de inmediato, cuando termine de desvestirme mi Amo rozo mi piel con las yemas de sus dedos, con una delicadeza que casi dolió por el placer que me produjo de inmediato.
Vestía de negro, tanto sus pantalones como la camisa y le sentaba de maravilla, zapatos de cuero bien lustrados y todo su aspecto era no solo prolijo sino atractivo por su simpleza. Sus manos grandes y fuertes que en algún momento caerían sobre mi cuerpo marcando mi piel, olía bien, a hombre, a ese hombre que siempre sabe dónde está su norte, su sonrisa era sincera y afable y su mirada penetrante. Tan aguda era la forma en que me miraba que me obligaba a desviar la mía sin lugar a quejas.
Camino hasta el sillón que presidía la sala, mientras que su voz me decía que me arrodille, se sentó y me indico con la mano que fuese hasta él. Apoye mis palmas en el piso y gatee hasta quedar frente a sus piernas. Allí quede esperando su próxima orden, en silencio.
En el brazo del sillón había varias correas y cuerdas que yo no había notado antes. Me puso el collar que tenía una cadena que la remataba un ojal de cuero similar a las correas para perros de ese estilo, abrocho sendas muñequeras las que tenían arandelas como para fijarlas en algún sitio. Paso el ojal de la correa por el brazo del sillón, era claro que aquello era un símbolo ya que no me aferraba de ninguna forma, se levanto y se fue. Yo tenía la cola apoyada sobre mis talones, apoye entonces las manos sobre los muslos con los dedos bien estirados, había leído en algún sitio que es una de las formas de aguardar mostrando sumisión.
Poco me tentaba tanto como darme vuelta y ver que estaba haciendo mi Amo y fue contra esa tentación que tuve que luchar y con toda la incertidumbre que me daba no poder verlo. Cerré los ojos y sin darme cuenta me estaba acunando esperando temerosa lo que seguía. Mi Amo reapareció sin pantalones y sin sus zapatos, llevaba la camisa totalmente abierta, dejando su pecho al descubierto, no se había quitado aún su bóxer también negro.
Volvió a sentarse en el sillón, se inclino un poco y me dijo que pusiese mis manos detrás de mi espalda, que sin levantarme me de vuelta dándole la espalda a él y que me incline hasta que mi frente toque el piso. Exactamente así lo hice.
La excitación que me produjo está sencilla maniobra me sorprendió tanto que por simple reflejo me toque con una de mis manos. El remate de la correa me recordó inmediatamente donde debía tener las manos y la devolví a mí espalda. Inquieta como soy no sabía cómo hacer para dejarlas quietas en una sola postura, si juntas a la altura de las muñecas, con las manos tomándome los antebrazos, sencillamente no lo sabía.
No pareció molestarle mucho mis vacilaciones a mi Amo, quien sencillamente estaba allí sentado con sus pies apoyados sobre mí traste. Escuche el chasquido del encendedor cuando prendió su cigarrillo y comenzaba él a sobarme con ellos, a hurgarme en las partes más intimas de mi cuerpo. Yo no podía dejar de repetirme -¿qué hago acá? Pero sentía como sus pies resbalaban por lo húmedo de mi vagina, estaba totalmente mojada.
Mi Amo me había aclarado en las charlas previas que para saber qué cosas me iban a gustar o no debía experimentarlas antes pero él también debía averiguar cuán duro podía ser conmigo. Yo había estado de acuerdo en esto ya que una de las cosas que buscaba era la incertidumbre de no saber que iba a pasar.
Yo estaba perdida en las sensaciones que me producían los pies de mi Amo, en las aclaraciones preliminares que sonaban en mi cabeza y estaba particularmente perdida en la percepción del tiempo que llevaba en esa posición. Así estaba cuando sentí como él empujaba con sus pies mis rodillas hacia los costados para que abriese más mis piernas.
Se escapo un gemido de incomodidad de mi boca. Las manos de mi Amo estaban abriéndome camino, el pulgar estaba en mi ano y el resto en mi vagina, seguía estudiándome, midiendo mis respuestas y enseguida noto que esto último me gustaba, mi cuerpo respondía enseguida contrayéndose aferrando dentro de mí sus dedos.
Los saco al poco rato dejándome una sensación de vacío e insatisfecha. Me tomo del cabello y me levantó jalándome de él, lo suficiente para introducirme su pene en la boca. Con su mano sostuvo mi cabeza mientras yo lo chupaba, sosteniéndome contra él por momento, y sintiendo yo que me ahogaba.
Él se paro sin soltarme el pelo haciendo que yo me incorpore a la par, pero de rodillas. Tiro mi cabeza un poco hacia atrás y golpeó mi cara con su miembro duro. Volvió a introducirlo en mi boca y manejaba el ritmo con la mano que tenía aferrada a mi cabeza.

2 comentarios:

  1. No es que no me haya gustado, sino que no me ha provocado ninguna emoción, ni frío ni calor, será que es lunes ....

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  2. ami me parece muy caliente y con mucha fantasia

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