domingo, 1 de noviembre de 2009

Nuestros pecados

Lujuria
Lujuria es la que siente mi piel por la tuya, tu boca por la mía; el tiempo por la cercanía de nuestro encuentro; el espacio, por la proximidad de nuestros cuerpos; el aire, por saber que lo agitaremos en nuestra respiración.
Lujuria es la que siente mi cabello por tus manos; la cama por ser el lugar de nuestros escarceos; el deseo, por la agonía al que lo sometemos.
Lujuria es la que siente mi sexo por el tuyo, el tuyo por el mío, entonces somos la lujuria del mundo y el mundo es nuestra lujuria, sin barreras, sin límites, sin pasado y sin futuro, solo vos y yo.

Gula
Tu boca siempre está ansiosa por la mía, siempre quiere más, hambrienta, viciosa, insaciable. Te esquivo, te mezquino, solo para hacerte enojar, te la entrego dócil, la abro y vos la usas y es mi boca que dejo de ser mía para ser tuya. Y la avasallas con tu lengua, con tus dedos, con tu sexo, la silencias o la haces explotar en gemidos sordos, en palabras que debe repetir, en gracias y en por favores, en risas y en quejidos, en no prohibidos pero que se escapan y que tu gula de ella, acalla.

Avaricia
¿Cómo? preguntas con cada no que se dibuja en mi cara, se escapa de mi boca o que mi cuerpo plasma con su postura. Me retuerzo, suplico pero no te importa, tus deseos son avaros con los míos, -no me importa si no te gusta, respondes.
-Si te gusta mejor, y el segundo que te lleva decir la sentencia es el tiempo que me das para que comience a ejecutar tu orden o atenerme a las consecuencias.
Veo en tu mirada el placer de mi debate interno, en mi rendición al egoísmo de tu dominio, de tus deseos y la avaricia de mi sumisión al placer de tu mirada sobre mi cuerpo.

Pereza
En la base de mi cuello, justo donde los huesos de la clavícula se juntan pero no se unen, se forma un pequeño triángulo. Es un punto de partida, un punto hipnótico desde donde comienza el recorrido de tu mano. Tú mano que toma mi cuello y baja lentamente y tu dedo se cae en ese rincón y tu yema lo acaricia, lo recorre lento. Baja por mi piel, me recorre pero ese dedo, acaricia el surco entre mis pechos, y yo lo sigo con la mirada, y tu mano baja y juguetea y tu boca me besa.
Allí estoy a tu merced hasta que me arrancas un ronroneo y me decís que soy tu gatita y tu mano repite el ritual y toma mi cuello y tu dedo cae en el rincón, ese que se hace donde los huesos de la clavícula se juntan pero no se unen, y sigo con mis ojos como se desplaza hacia abajo, como siempre queda el mismo dedo entre mis pechos y tu mano baja y baja y juguetea y me da pereza moverme, solo mirar, desear, esperar ese momento en que tu mano va a volver a mi cuello y tu dedo recorrerá ese camino que conoce en profundidad y vos me haces ronronear y me repetís una vez más lo divinas que son mis tetas.

Ira
Saña es siempre la palabra que elegís para enardecer los momentos previos a nuestros encuentros. ¿Por qué con saña? Te interrogo asustada, siempre creyente de que la ira se apodere de vos.
Porque si, es tu respuesta simple y contundente.
Y mi miedo que se evapora en la dulzura de tus caricias y la saña queda en un eco apagado de palabras que ahuyentas con el contacto de nuestros cuerpos en ese abrazo eterno en el que me sumergís en la protección de tus brazos, en el calor de tu piel, en el arrullo de tu voz.

Envidia
Veo el brillo en tus ojos, tu sonrisa satisfecha con cada si que articulo, solo son frágiles murmullos que salen de mi boca, consiento el pedido, hago tu placer, pero esa rebeldía que hay en mí te cuestiona, no te importa, siento la desazón de mi propio placer truncado. Tu respuesta a mi reclamos -aprenderás a disfrutar de lo que se te da, cuando se te da y como se te da.

Soberbia
Qué creas que soy tuya, qué yo crea que no lo soy.