martes, 22 de diciembre de 2009

La espera

Siempre la espero con ansiedad, con el hambre se saber que llegara sin su ropa interior, tan ansiosa de mis manos, de mi boca, como yo de ella.
Ya casi es la hora, ya debería estar aquí, porque no puedo presentir su piel, su olor, la luz con la que ilumina la estancia cuando llega, porque me hace sufrir con sus demoras, tengo que castigarla, recordarle quien manda y quien obedece.
Menos diez, al fin es la hora, que suene el timbre, que me deje saber que esta acá, lista para mí.

[Timbre, menos diez en punto]

- Hola ¿Llegaste bien?
En cada encuentro pregunto lo mismo mientras ella entra y sabe muy bien lo que me gusta.
- Si muy bien.
Y mientras lo hace va directo al rincón donde deja su ropa. Levanta su vestido y allí está sin ropa debajo, exultante para mí. Ya deseo poseerla pero no voy a mostrarle mis deseos de ella, no todavía.
La muy putita pavonea su hermosa piel, mira de reojo la soga con la que voy a transformarla en mi presa, a usarla, a poseerla, a castigarla tan solo por hacerme desearla.

Allí está, de rodillas, con su frente en el piso aguardando mis órdenes, y
así vas a quedarte, ¿por qué no llegaste antes?
Alargo mi mano, siento el calor de su cuerpo, quema, su respiración ya se agito, cómo es que no se aburre de este juego, cómo no se gasta su pasión como sucedió con las otras, definitivamente hoy voy a castigarla.
La levanto del pelo, sé que le duele. No, voy a sucumbir al hechizo de su boca, allí está lista para recibirme, aquí estoy yo listo para aprovecharme de ella, a mi antojo.

Y la penetro porque así lo deseo, levanto su cabeza con una de mis manos y le muestro como la domino sin cuerda, sin ataduras, solo con mi pija, es cuanto necesito para mostrarle quien es el Amo.
Y veo sus ojos perdidos en lo que ven, pero aún más perdidos en el placer, en las sensaciones de su cuerpo, mi piel siente el fuego que se desprende de la de ella, mis oídos se llenan de sus gemidos, mis ojos se pierden en el horizonte que ella encuentra para llegar hasta allí.

Y soy yo quien provoca esto en ella.
Y soy yo quien la hace gemir.
Y soy yo quien hace que su cuerpo arda sin quemarse, que su boca susurre pidiendo más, buscando aire, aferrándose a mis brazos,
agarrándose al placer que le brindo.

Y soy yo quien hoy te iba a castigar, pero tu orgasmo exploto en sonrisas y gracias, en besos y en pedidos de más.
Y te iba a castigar porque no recuerdo que…, sin embargo prefiero perderme en tu piel, en tu olor, en tu risa y en tu cabello que siempre esta alborotado, que siempre delata que tuviste sexo, en tu cara que refleja esa felicidad que produce el placer verdadero.

Y yo, feliz porque tu boca estalla en sensaciones, en intensidades sin explicación, en placeres que llegan a nuevos límites, pero sobre todo en que solo yo te llevo hasta allí, en que solo yo consigo ese placer de tu ser sin fronteras y por el que me agradeces una y mil veces con esa sonrisa picara y tus cabellos revueltos.