sábado, 22 de agosto de 2009

Besos en la frente

No podía dormir, el fuego interno me abrasaba sin piedad, el fuego externo lamía mi piel. El recuerdo de las manos de mi Amo perduraba en mí. Él, sin embargo, dormía plácidamente, el verdadero descanso del guerrero que se hacía latente en esa cama de sabanas revueltas con olor a sexo.
Su pecho se movía pausadamente, marcando la profundidad de su descanso, me gustaba verlo, devorarlo con la mirada y sobre todo desearlo. Estaba boca arriba uno de sus brazos debajo de su fuerte torso, las piernas levemente separadas y su otro brazo extendido a lo largo de su cuerpo, su cabeza de lado, me miraba sin mirarme.
A un costado de la cama, sobre el pequeño sillón del cuarto, las sogas que él había usado conmigo el día anterior. No sé qué extraño impulso, o que deseo me invadió que de pronto me encontré tomándolas, en perfecto silencio, para usarlas con mí Amo.
Tome una y con mucho cuidado me arrodille en el costado de la cama. Deslicé la soga por debajo de su muñeca, la hice correr no mucho di varias vueltas con ella, un lazo sencillo y sin ajustarla la pase por el tirante de la cama, le di dos vueltas y con el extremo contrario repetí la operación con su tobillo. Terminado tan solo hice un nudo de una sola vuelta, tan solo para mantenerla sujeta. Tome otra de las sogas y repetí la operación con su otro tobillo. Un calor intenso invadía mi cuerpo, solo podía percibir el deseo que tenía de él, de su piel contra la mía, de su gozo producto de mi cuerpo.
El brazo que tenía debajo de su cuerpo se había transformado en un pequeño escollo, el cual decidí solucionarlo sencillamente pasando la atadura a la altura de su codo. No tenía la intención de inmovilizarlo, solo deseaba la sensación de poseerlo a mi antojo. No quería sentir poder ni dominio, quería hacerle sentir mi entrega total, manifestar físicamente mi adoración a su ser.
No podía pensar como tomaría él todo lo que estaba haciendo. Me justificaba mentalmente que todo era mostrarle que su placer era mi prioridad, sin él yo no podía experimentar el mío. Pero era consciente de mi egoísmo, deseaba todo el éxtasis que me producía ser de mi Amo.
Acabada mi discusión interna y las ataduras me situé en los pies de la cama, pero sin subir a ella, en cuclillas, con las manos apoyadas en el tirante, rocé con mis labios los pies de mi Amo, fui subiendo por sus piernas, al tiempo que iba incorporándome. Mis manos iban avanzando al igual que mi boca sobre su piel. Apoyada en la cama, las palmas sobre ella, los brazos flexionados, mi cuerpo iba cubriendo el de él. No despegue mi boca de su carne, iba ganado terreno, escuchaba como sus gemidos crecían en intensidad, sabía que ya había descubierto que estaba atado, pero nada dijo, sentía como se iba entregando a mi juego acomodándose para recibir aún más.
Estaba yo entre sus piernas, mis manos cada una en sendos costados de ellas, mis rodillas sobre el colchón, mi boca en su sexo, su sexo en mi boca, su ser entregado a mí y yo toda suya porque esa es la única forma en que consigo ser.
Lo lamía despacio, disfrutando su sabor, en círculos solo la cabeza, le pasaba la lengua, me erguí un poco y lo tome con una de mis manos acariciándolo con toda ella. Mi boca y mi mano trabajaban lentamente, sabía que era agónico pero deseaba tanto que aquello durase mucho. Me llenaba la boca, lo sacaba y lo lamía otra vez. Su turgencia no se hizo esperar, allí estaba, casi podría decirse que altivo, deseable y deseoso. Empeñada como estaba en complacerlo, lo coloque entre mis pechos, los tome entre mis manos y así lo mantenía allí al calor de mi cuerpo, me movía arriba y abajo sin que se salga de su prisión. Lo sostuve nuevamente con una de mis manos, duro como estaba, y acaricie mis pezones con él, los golpee con él, tal como mi Amo suele hacer conmigo.
Sentí, no solo como todo su cuerpo se despertaba, sino como se irguió, lo duro que se puso, más rico y jugoso. Lamía mis propios labios para no perder nada del delicado sabor que me ofrecía. Pase la lengua por sus huevos, detrás de ellos, besaba sus muslos, lo hacía desear mi boca. Esperaba su queja, su orden: nunca llego, solo sus gemidos, solo su cuerpo acomodándose para recibir más, no deseaba que acabase pero moría por sentirlo acabar. Volví a empezar, volví sobre mis pasos, deje de besar sus muslos para lamer su pene, volví a llenar mi boca con él, volví a montarlo con mi boca para sentirlo estallar en ella.
Mi vientre estaba contraído, mi sexo en llamas húmedas, mi respiración totalmente agitada, mi boca llena de mi Amo tan llena que sentí como su leche comenzaba a resbalar por mi garganta, tibia; espesa; mía, mis ojos fijos en su rostro para gozar de verlo gozar. El orgasmo que exploto en mi cuerpo fue intenso, erizo los finos vellos de mis brazos, me produjo un espasmo muy fuerte en mi vientre, sentía como el hilo de mi propio jugo corría por mi pierna. Entre en una agonía total, ambos habíamos acabado, yo me sentía radiante, satisfecha, me sentía tan suya. Él me tomo entre sus brazos, que sin el menos esfuerzo había soltado mis inexpertas ligaduras, tímida pero sin poder ocultar mi felicidad le pregunte si estaba enojado.
Se sonrió bello y generoso como es, me abrazo con una ternura embriagadora, me acuno en ellos, me envolvió en sus largas piernas, mi cabeza estaba sobre su pecho, y sin dejar de acunarme ni de sonreír me beso en la frente. Se acostó y yo con él así atrapada en las mejores ligaduras las de su cuerpo, y mientras me acariciaba el cabello y me arrullaba me dormí feliz, y él volvía a besarme en la frente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario