domingo, 9 de agosto de 2009

El comienzo (final)

Me soltó de pronto y salió de mi boca. Me ordeno que me parase y que fuese hasta el escritorio que estaba frente al ventanal.
- Recostate boca arriba, me ordeno.
Obedecí en silencio, él tenía en su mano el extremo de la cadena de la correa que yo llevaba puesta. Me hizo acomodar contra uno de los bordes laterales, los brazos extendidos paralelos a mí cuerpo, las palmas de las manos pegadas a la superficie de vidrio, las piernas flexionadas y los pies apoyados en el borde.
Mi Amo rodeo el mueble quedando de frente a mí y me fue imposible adivinar que iba a darme una fuerte palmada en sobre la vagina. Hizo que juntase la las piernas, con las rodillas pegadas y que las extendiese hacia arriba y sin tener la menor idea de donde la había sacado, comenzó a golpearme con una especie de fusta ancha y flexible que parecía hundirse en mi piel. Quemaba, cada golpe que me daba me recordaba el dolor que alguna vez había sentido al quemarme con la plancha, el roce del calor y el dolor agudo, pero que al mismo tiempo era diferente ya que menguaba rápido.
No podía evitar aullar de dolor así que mi Amo optó por ponerme una mordaza que improviso inmediatamente. Yo tendía a bajar las piernas, así que trabo las muñequeras con una correa de cuero muy corta que tenía sendos ganchos en los extremos e hizo lo mismo con mis tobillos. Ato una soga en cada una de las correas lo que me volvía imposible bajar las piernas, salvo que me sentase, algo que mi Amo no iba a permitir.
El silencio con el que transcurría todo me estaba afectando, era peor que una lluvia de insultos, era como estar suspendida en la nada. Nada que confirmase que sencillamente era una putita que deseaba ser controlada sexualmente por su Amo, una sumisa, algo que jamás admitiría en voz alta.
Yo no podía dejar de pensar, de cuestionarme que hacía allí al tiempo que no deseaba estar en ningún otro sitio. Las contradicciones eran permanentes, los dedos dentro de mi vagina me devolvió a lo que pasaba en la sala, me estaba cogiendo con sus dedos con fuerza, me gustaba mucho aquello, me gusta que me cojan con fuerza, deseaba sentirlo a él dentro de mí. Pero mientras me cogía con una mano con la otra apretaba mis pechos, lo hacía con fuerza y al rato de hacerlo comencé a sentir el dolor que me provocaba.
Sentía que mis tetas se habían hinchado, no era real pero así lo experimentaba, era consecuencia de la presión que él ejercía sobre ellas con sus manos, los pezones estaban además de duros, muy sensibles a todas las maniobras a las que eran sometidos. No me daba tregua, estaba a punto de acabar y se dio cuenta, me dijo que no lo hiciese, inútil su indicación, quería explicarle que podía acabar muchas veces, que me pasaba siempre pero me era imposible con la mordaza.
Mi Amo alternaba sus dedos entre mi ano y mi vagina y no tardo mucho en notar mi facilidad para acabar. Soltó la soga que unía mis manos y mis tobillos, mis piernas casi que cayeron por la gravedad misma, me dolían, dejó que me recuperase mientras encendía un nuevo cigarrillo. Yo no me moví, él se acerco a mí, me miro y mientras me acariciaba las mejillas me preguntó si estaba bien. Asentí con la cabeza y tratando de dibujar una sonrisa ya que me había producido unos orgasmos maravillosos con sus dedos.
Se puso frente a mí y soltó la correa que unía mis tobillos y me ordeno que me bajase. Estaba de pie frente a él y note como mis piernas me traicionaban sintiéndolas flojas un largo instante. Soltó también mis manos solo que me ordeno que las pusiese en mi espalda y volvió a sujetarlas con la correa a la altura de las muñecas. Apago su cigarrillo y ya con las manos libres tomo con cada una de ellas una de mis tetas y las apretó con fuerza, soltó la derecha y le pego como si me diese un cachetazo y volvió a sujetarla con fuerza. Dejo que sus manos resbalasen hasta mis pezones y los jalo fuerte hacia él. Apoyo su palma completa en ellos y los aplastaba los atrapaba entre sus dedos abiertos como tijeras y los apretaba con fuerza. Me dolían, jamás me habían dolido así, era un dolor que me recorría todo el cuerpo y que me mantenía tensa frente a él. Seguía amordazada por lo que mis gemidos eras tenues por más que deseaba hacerlos fuertes, gritaba pero no servía de mucho. Me tomo con una de sus manos de la barbilla y me levanto la cara hacía él, me dijo que iba a tener que trabajar mucho si quería convertirme en una buena sumisa.
Me dio vuelta, tiro de la correa para que me acerque nuevamente al escritorio, tiro hacia abajo con ella para que me incline, con su mano en mi espalda me bajo hasta que mi frente quedo apoyada en el vidrio. Me recorrió la espalda con la mano, reviso la atadura de mis muñecas, hizo sonar la punta de la correa contra mi cuerpo dejando una línea roja en mi piel, me abrió más las piernas, sentí el frio de la cadena cuando la apoyo sobre mi espalda. Me ordeno que levantase los talones del piso y que no los bajase, me sujeto de la cintura, trabo sus manos en mi cadera y me penetro por la cola. Yo estaba excitadísima pero lo duro de su miembro me decía que él estaba tanto o más que yo. Me cogió mucho y fuerte, me costaba mantener la posición en especial los talones levantados, sentía sus embates contra mi cuerpo, su fuerza al penetrarme cada vez. No conseguía mantener mi frente contra el vidrio porque me golpeaba, gemía de placer, tenía la boca llena de saliva que se escurría por las comisuras, la tela con la que había improvisado la mordaza estaba empapada. Siguió cogiéndome con fuerza parecía no cansarse, hasta que ambos acabamos.
Describió como su leche resbalaba por mi sexo y goteaba en el suelo. Me levanto con la correa y con la mano sobre uno de mis hombros hizo una suave presión para que me arrodillase y me quitó la mordaza. Obedecí presintiendo lo que deseaba y no me sentía capaz de cumplir.
Mi Amo no dijo nada, sentía su mirada sobre mí, deseaba que se olvidara, casi prefería que volviese a tomarme de las tetas y a retorcerlas. El tiempo se había detenido y las decisiones estaban en mis manos, podía hacerme la tonta esperando que él me diese una orden o actuar complaciéndolo.
Me sorprendí a mi misma inclinándome contra el piso, pasando la lengua donde había goteado la leche de mi Amo. Lo hice a conciencia, lo hice eligiendo hacerlo, sentí la humillación de mi acto en mi cabeza y en mi carne pero también sentí un placer que no podía contener, lamí con ganas, con el culo bien paradito hacia arriba, con las manos atadas en mi espalda, controlada por la correa con la que mi Amo me sometía.
Avance apenas sobre mis rodillas, llegue hasta los pies de mi Amo, y los bese, jamás había hecho nada de lo que había sucedido en aquel departamento, pero en ese momento, en el que mis labios acariciaron la piel de sus pies supe que volvería a hacerlo y que ya no iba a temblarme la mano a la hora de tocar el timbre para ponerme en sus manos para sentir la humillación, posesión y sumisión a la que él me iba a someter.

1 comentario:

  1. Tan real que cuesta pensarlo ficción. Si este es el tamaño de vuestra fantasía, ojalá podais alcanzarla

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