lunes, 5 de enero de 2009

Calor

Podía presentirla, sus dedos estaban inquietos sobre el volante, deseaba llegar tan solo para verla.

Ella lo aguardaba inquieta, no estaba segura a que respondía aquello. Habían tenido una breve charla telefónica, llevaban varios meses sin verse pero sabía que cada vez que lo hacían el recuerdo del encuentro duraba semanas.

Sonó directamente el timbre de su puerta, abajo estaba abierto, -mejor, pensó ella, le molestaba tener que enfrentarlo desde el palier y ahora ya lo tenía allí. Después de todo no tenía ninguna intención en resistirse a sus brazos.

Del otro lado de la puerta la aguardaba él, impecable como siempre, la elegancia era parte de su personalidad. Le llevaba un bonito ramo de flores, creía que iba a ayudar para romper el hielo.

Ella lo recibió con una sonrisa que le llenaba la cara, -está contenta de verme, se alegro para sus adentros al tiempo que le entregaba las flores. Se besaron con amabilidad en la mejilla aunque ambos añoraban la boca del otro.

Le ofreció algo de tomar, el acepto ya que realmente hacía calor afuera y sentía como la temperatura de su propio cuerpo iba en aumento. Algo fresco quizás impediría que se abalance sobre ella como lobo hambriento.

Ella llevaba un sencillo vestido que dejaba casi toda su espalda al descubierto. Se movía airosamente entre los muebles jugando a la anfitriona perfecta, ofreciendo descaradamente su cuerpo a la mirada de él.

Un mal cálculo y ella quedo a tiro de las manos de él. Rápido en sus reflejos estiro los brazos y la envolvió con ellos atrayéndola contra su pecho. Sentía como la respiración de ella se iba entrecortando y acelerando. Eso hizo que se acelerara su corazón.

Percibió a través de la ropa lo duro que estaban los pezones de ella, su boca buscaba la de él, húmeda y anhelante. Se apretó contra su cuerpo, él la abarcaba con sus manos, recorrió su espalda bajando el cierre del vestido.

Dejo que su ropa se deslice por las cuevas de su cuerpo y la contemplo extasiado. Ella comenzó a desnudarlo mientras acariciaba su piel. Adoraba su cuerpo, su olor, lo grande de sus manos, como la hacía gozar.

El pene de él ya era un vástago del que ella podía sostenerse, comenzó a lamerlo, a ponerlo en su boca y a chuparlo ávidamente. Él sentía como lo consumía la lujuria de ambos. La subió a la altura de su boca y la beso, experimento su propio sabor, lamio sus labios.

Sus manos acariciaron sus muslos, sintió como ella se mojaba, como latía su sexo, sabía cuánto lo deseaba. Eso lo excito aún más, solo podía pensar en penetrarla. Ella parecía ansiosa de sentirlo dentro suyo. Separaba sus piernas para que la mano de su amante recorra cada centímetro de su ser.

Los dos cuerpos desnudos, ambos jadeantes, uno entregado al placer del otro, ambos obteniendo su propio placer. Un gozo placentero, rítmico, acompasado, explosivo. La penetro de pronto, la tenía agarrada del pelo con una mano y de la cintura con la otra. La atrajo una vez más hacia él, la dio vuelta y la embistió con su miembro duro. Escucho el gemido de ella, pero ya no podía detenerse, la deseaba y la tomo.

Ella mareada dejo que haga, se abandono al placer de su piel, de sus manos, de la fuerza que imprimía contra su cuerpo hasta que sintió como estallaba dentro de ella. Ambos habían gozado, ambos sabían que así iban a darse las cosas, ambos hicieron todo para que así ocurriera.

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