miércoles, 1 de enero de 2014

Pinzas

Tenía los brazos atados por sobre su cabeza, llevaba un largo rato así, no podía precisar cuánto. Él le hablaba mientras colocaba pinzas, esas de tender la ropa, en la piel cerca de su axila. Le dolía, no sabía qué era lo más molesto, si su piel atrapada en ellas o la posición de sus brazos.
- El dolor se irá pronto, le dijo él en ese susurro casi musical con el que le hablaba.
Ella aguardaba que esas palabras se hagan realidad pronto, él seguía ocupado en la tarea.
Le acariciaba los pezones, y sin más preámbulo colocó un broche en cada uno de ellos. De la boca de ella brotó un gemido de dolor. Él lo aplaco con un beso largo y tierno mientras le acariciaba el talle.
- Ya pasa, dijo él una vez más.
Se alejo unos cuantos pasos de ella para contemplarla, saborear su obra. Ella entregada ya no luchaba por liberar sus manos de las ataduras. Tenía los ojos cerrados y una pequeña mueca de dolor se dibujaba en sus labios que conservaban el rojo intenso con el que los había pintado.
Él se acercó, apoyó su mano sobre su vientre y subió con ella hasta rodear una de sus tetas, atenazó sacándola del ensueño en el que se encontraba.
Se colocó sobre el costado donde había atrapado la piel de su brazo y axila con las pinzas, tiró levemente de una de ellas y ya no fue un gemido su respuesta, un pequeño grito de dolor intenso y agudo salió de su boca. Él, entonces volvió a tirar hasta que la pinza quedó en su mano, ella abrió su boca para gritar y sollozar pero ningún sonido salió. La boca de su Señor acariciaba el sitio incendiado de su piel, su lengua le devolvía la temperatura y así fue con cada uno de los broches que él retiró, dolor y labios, agonía y besos, calor intenso y la humedad de su lengua apagando el fuego.
Distinto fue cuando llegó a las pinzas de los pezones, ella esperaba aquello mismo, el instante de dolor apagado por su boca... Llegó el dolor,  y cuando esperaba su recompensa, su boca se cerró y sus dientes se dibujaron en su piel sin piedad.  

Algo la paralizó porque no gritó o sí, no estaba segura de si su boca había atendido el llamado de su cerebro, él la sujetaba de la cintura con una mano y desataba sus brazos, la acercó a su boca casi que la besa pero nuevamente en su musical susurro le anunció que el juego recién comenzaban.

2 comentarios:

  1. El tiempo que se demora el amo en hacerse de esos labios es el que tu te tomas para continuar el juego. Tu silencio son las pinzas que muerden el deseo de los lectores.

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  2. ¿acaso ya no escribes?

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